miércoles, 14 de mayo de 2008

CRÓNICA DE LA PRESENTAZIÓN DEL ROMAN INTITULADO “LA PROMESA DEL ALMOGÁVAR”, FECHA POR SU AUTOR DON FRANCISCO OLIVER EN LA CIBDAD DE ÇARAGOÇA EN LAS CA

CRÓNICA DE LA PRESENTAZIÓN DEL ROMAN INTITULADO “LA PROMESA DEL ALMOGÁVAR”, FECHA POR SU AUTOR DON FRANCISCO OLIVER EN LA CIBDAD DE ÇARAGOÇA EN LAS CALENDAS DEL MES DE FEBRERO DEL A.D. 1208.


Escrita, como es costumbre, por el cronista Dom Enrique de Çaragoça para deleite de cuantos tuvieren a bien leelle y disfutalle


JORNADA ÚNICA
In nomine Patris, et Filii, et Spiritu Sancti...

“Mucho echaba a faltar vuestro viejo trovero este ponerse en contacto con vosotros, queridos y amables lectores destos mis escritos, que ya habíanse pasado luengos messes desde mi última narrazión, pues si non me falla la memoria -¡Dios non lo permita, que cronista sin memoria sicut hortus sine floribus est!- fue cuando la caída de Peracense la última crónica puesta por mi mano negro sobre blanco para vuestras señorías. Hora era, por tanto, de retomar mis cálamos tanto tiempo silenciados. Es el caso en aquesta nueva ocasión que el adalid almugávar Francisco Oliver, dito Ferrolobo por mal nombre (y digo malo porque quedan en el alma los posos de su traizión allá en los royos muros de cierto castillo de amargo recuerdo), había dado a la luz un año ha su magna obra intitulada La Promesa del Almogávar, román escrito por él donde nárranse a modo de crónica los cinco annos que el pobre amans turolensis Juan Diego Martínez de Marsilla pasase en la Occitania y en las Navas de Tolosa al servizio de Su Majestad don Pedro de Aragón en busca de la fortuna que le permitiesse contraer sagrado matrimonio con la duenna de su coraçón, la gentil Isabel de Segura (¡mal rayo parta a la muger que deste modo arrastra al hombre a la perdizión!), tragedia que sin duda vuesas senyorías conoscen. Y dado el notable éxito della mesma hestoria por el adalid almugávar escrita y habiéndose dado a los amanuenses del monasterio de Sirius la tarea de alumbrar una segunda edizión del dicho román, fuimos los Fideles Regi invitados a la su presentazión en el mercado que llaman El Corte Inglés (brava espada, sin duda, la del bretón que pariese tan donoso nombre), en la cibdad de Çaragoça, capital del reyno de Aragón, hora y media después de vísperas del día de San Teodoro de Heraclea, 7 de febrero del presente anno 1208. Y aunque aún supuraban las feridas causadas en el cuerpo y el alma por la tornachunta de los rivaldos en Peracense, no son los Fideles de Su Majestad rencorosos, y en siendo la ocasión propicia para mostrar su gallardía e apoyar con su presencia cuanto supone dar espaldarazo a la cultura, la historia y el amor hacia nuestra brava tierra aragonesa, allá se fue la mesnada regia a velar armas en la presentazión de La Promesa que un almugávar de Teruel fiziese a su dama y pasase tremendas penurias por cumplilla sin que a la postre le valiese de nada... Salió, pues, vuestro amanuense de los dominios de Zufaria a lomos de su corcel bermejo a la hora de completas, llegándose al dito Corte Bretón media hora antes del evento, donde encontróse con el muy noble don Artal de Alagón, passando ambos caballeros a los vestidores del lugar (bien escoscadicos, a fe mía) donde colocáronse calzones, calzas, botas de buen cuero, camisón, gambax, cota, veste, cintos, espada, almófar y yelmo, tomando luego el escudo y despertando admiración entre los mercaderes que por el lugar pululaban y que mostraban estrañas vestiduras como de uniforme. Entrámonos en el recinto do esperaba el buen don Francisco junto con otros edecanes a su vera sentados, entre los que pudimos reconoscer a nuestro don Rodrigo de Liçana, más era ya empeçado el acto, por lo cual hubimos de adelantarnos hasta la mesa presidencial con grandes cuidados e trabajos mientras los ya sempiternos mosicos almugávares de Lurte desgranaban las notas salvajes de sus gaitas, pífanos e timbales en algarabía de sones para el centenar de oyentes que les escuxaban, si bien en aquesta ocasión vestían los lurteros extrannos ropajes que non se correspondían con sus habituales pieles, abarcas et gorros de cuero, cosa que me sorprendió sobremanera. Hablaron los presentes al acto muy sabiamente (Juan Villalba Sebastián, Santiago Morata, Jordi Siracusa et alguno más, disculpen vuestras senyorías si non recuerdo con exactitud sus nombres, pues hartos trabajos tenía con mantener firme mi lanza i escudo, sufriendo la sed y el cansancio), destacando en especial las muy loables palabras de nuestro camarada don Rodrigo, que parló sobre los Fideles Regi, los mercenarios de CAMARA (allí también presentes), los guerreros de la Mesnada del Lobo Negro de ACHA (cuyo hocico también asomaba entre los presentes, haciendo temblar de miedo a varios dellos) y todas las mesnadas que en el viejo y querido reyno de Aragón se empeñan quotidie en rememorar pasados tiempos de esplendor y sufrimiento, ganados a pulso sobre la grupa de los corceles o asiendo con furia la lanza, la espada, el mangual y el coltell al grito de ¡San Jorge y Aragón! Y habló también, naturalmente, don Francisco Oliver, declarando su mucho cansancio por las luengas jornadas de viaje e presentatio, y mayor satisfacción de verse arropado por tan nutrido plantel de bravos guerreros, prometiendo -como don Diego de Marsilla- grande deleite a quienes leyesen su romança y agradeciendo emocionado a todos su presencia et su apoyo. Tras lo cual despertaron de nuevo sus instrumentos los diablos de Lurte (que ansí vestidos parecían muxo menos diablos) y abrióse la concurrencia en busca de la palabra et la dedicación del buen Ferrolobo, que parescía transportado a otros tiempos y otras tierras. Tal vez a la Occitania de los penosos trabaxos de su amado don Diego de Marsilla. Et deste modo acabóse el acto. Entregó éste vuestro amanuense un ejemplar dedicado de su propia obra a don Francisco, rescibiendo dél con gran agradescimiento un ejemplar de la Promesa firmado de su mano et fuímonos todos muy contentos a trasegar unas copas de buen vino et cerveça a una próxima taberna en compañía del routier don Fadrique d’Enzíjar, cuyos rivaldos habían estado presentes en el acto y que non pierde ocasión tampoco de escanciar lo añejo cuando la ocasión lo requiere. Por nuestra parte, don Artal et un servidor de vuestras senyorías retirámonos pronto a nuestros feudos dexando al adalid almugávar en las arteras manos del paladín de la CAMARA, si bien acompanyados ambos de las sus esposas (donna Hadita et donna Mariadela de Tarraco), que sin duda non les dexarían excederse en la libación... Y assí como ocurrió helo contado a vuesas excelencias, como siempre lo hize et siempre lo seguire faziendo mientras Dios Nuestro Senyor tenga a bien permitírmelo. Dado en Zufaria Antica, en los idus de febrero del A.D. de 1208, a escasas fexas de las muy notables Bodas de Isabel de Segura en la Cibdad de Teruel...”



Enrique de Çaragoça



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